viernes, 28 de mayo de 2010

Monseñor Aguer advirtió sobre las “medias verdades”

Monseñor Aguer advirtió sobre las “medias verdades”


La Plata (Buenos Aires), 27 May. 10 (AICA).- El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, hizo hincapié en el patriotismo, la gratitud y la esperanza, al presidir el tedeum por el 25 de Mayo en la catedral Nuestra Señora de los Dolores, adonde acudieron el intendente platense Pablo Bruera y el Jefe de Gabinete de ministros de la provincia, Alberto Pérez, entre otras autoridades provinciales y municipales.

Tras destacar que “el tedeum ha sido siempre la oración por excelencia empleada en nuestras fiestas patrias para dar gracias a Dios”, recordó que “el amor a la patria se llama patriotismo”.

El arzobispo platense lamentó que la palabra patriotismo “haya caído en desuso” y que “un manto de sospecha la desprestigia, como si el sentimiento que designa pudiera confundirse fácilmente con el alarde excesivo e inoportuno del patriotero”.

Tras advertir que hay “una tendencia a prescindir de la referencia fundante a las raíces, como si fuéramos seres sin herencia; existe, por consiguiente, una falla, una carencia del sentido de lo comunitario”, recordó que el sentido de pertenencia a una comunidad “es algo más profundo y permanente que el entusiasmo futbolístico por el triunfo en ‘el mundial’ y que la ocasional masificación inducida por consignas ideológicas o el clientelismo político”.

“La referencia a las raíces –habría que decir a la tradición, en su significado más noble y esencial– hace posible cultivar el sentimiento y afianzar la conciencia de un destino común. Entre nosotros predomina el individualismo de personas o de grupos, la conciencia y el apetito del bien propio sobre la búsqueda del bien común. De allí la fractura, la estratificación de la sociedad argentina con sus secuelas de injusticia y nuestra inclinación atávica a la discordia”, subrayó.

Monseñor Aguer aseguró, además, que “existe un drama secular en la Argentina, que es la tergiversación de la historia, en la que se han filtrado imposturas manifiestas canonizadas como dogmas. Así ha ocurrido con sucesos clave del siglo XIX, y ocurre nuevamente con hechos más o menos recientes, observados con mirada tuerta, cuya interpretación sesgada mantiene abiertas heridas dolorosas, incentiva la división, perturba los ánimos y extravía el juicio de los jóvenes y de los desprevenidos”.

“La memoria debe ser integral, la verdad completa; las medias verdades ofrecen mordiente al resentimiento, atizan los rencores, perpetúan el desencuentro. La aspiración ardiente a la justicia no debe servir de disfraz al odio y a la sed de venganza”, dijo, al tiempo que llamó a todos a empeñarse en procurar la reconciliación y en favorecer la unidad nacional; pero este es un deber sagrado para quienes presiden la comunidad: de su prudencia y magnanimidad depende, ciertamente, la armonía del todo social y la promoción de la paz interior”.

Por otra parte, monseñor Aguer consideró que “una actitud de esperanza es, precisamente, la que corresponde esbozar en una ocasión solemne como ésta de nuestro bicentenario”, y precisó que “la esperanza de personas de fe, de un pueblo mayoritariamente religioso como éste al cual pertenecemos, se apoya en Dios, que en los salmos bíblicos y en los escritos de los profetas aparece designado como roca, escudo, baluarte inexpugnable, peñasco que sirve al creyente de refugio”.

“La esperanza es un valor íntimamente personal, pero se verifica también en un sujeto colectivo en la medida en que éste constituye una auténtica comunidad, cohesionada por la amistad social”, indicó.

El prelado sostuvo que “el bien común es la perfecta realización de la Argentina, de tal modo que cada uno de los habitantes de esta tierra bendita del pan pueda procurarse todo lo que le baste para vivir y para vivir bien; la totalidad incluye los bienes superiores del espíritu, la educación, la cultura, la libertad. No debe haber hijos y entenados, sino ciudadanos que gocen de plenos derechos y cumplan los correspondientes deberes, no meros habitantes ni clientes del poder de turno. El bien precioso de un recto ordenamiento jurídico de la sociedad es una condición principal de esa totalidad de realización; debe ser tutelado por los tres poderes del Estado y no deturpado por leyes inicuas que alteren la esencia natural del matrimonio, que minen la solidez de la familia y entreguen al estrago la vida de los niños por nacer. No son éstas utopías”.

Por último, monseñor Aguer señaló, citando al papa Benedicto XVI, que el aporte de los cristianos al futuro de la Argentina debe ser poder “mostrar concretamente en la vida personal y familiar, en la vida social, cultural y política, que la fe permite leer de modo nuevo y profundo la realidad y transformarla” y “buscar, en la dialéctica democrática un amplio consenso con todos aquellos que se toman a pecho la defensa de la vida y de la libertad, la custodia de la verdad y del bien de la familia, la solidaridad con los necesitados y la necesaria búsqueda del bien común. Estos bienes han de ser objetos privilegiados de nuestra esperanza y nuestra lucha; son irrenunciables, como es irrenunciable el futuro de otra Argentina posible, de una Argentina mejor”.



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