El Señor de las Pampas
Daniel Omar González Céspedes
“Yo siempre fui un patriota de la
tierra y un patriota del cielo”.
Marechal
El 14 de marzo de 1877, y lejos de la Patria que tanto amó, entregaba su alma al Creador nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes y defensor de la Religión, Don Juan Manuel de Rosas.
Por eso el motivo de esta conmemoración, ante un nuevo aniversario de su muerte, encuentra su síntesis en las palabras que pronunciara el P. Alberto Ezcurra, cuando la justa repatriación: “… te pedimos Señor, te pedimos que no olvidemos nunca las cosas grandes de nuestro pasado. Porque una Nación sólo puede construir su futuro, si como un árbol tiene hundidas profundamente las raíces en la verdad del pasado”. Y nuestro pasado, a decir verdad, es de una gloria absoluta. La Argentina no fue concebida por la democracia liberal; fue la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo la que le dio en sus comienzos el ser y en la historia su grandeza. Grandeza que encontramos en el gobierno de este gaucho y patriota.
Rosas tenía una profunda concepción católica de la política. Sabía que el orden social debía fundamentarse con sólidos cimientos religiosos, morales y jurídicos. Recibió un país anarquizado y logró restaurar, gracias a esa sabiduría práctica que poseía -propia del ejercicio de la prudencia- la autoridad y la unión; son sus palabras: “… Ninguno ignora que una facción numerosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad y poniéndose en guerra abierta con la Religión, la Justicia, la Humanidad, el Orden Público, la Honestidad y la Buena Fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad, ha desvirtuado las leyes, generalizado los crímenes, disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía y la perfidia. El remedio de estos males no puede sujetarse a formas, y su aplicación debe ser pronta y expedita… Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre todo, al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Resolvámonos a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión a nuestra tierra… El Todopoderoso, que en su Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación, dirigirá nuestros pasos y con su especial protección nuestro triunfo será seguro”.