jueves, 19 de febrero de 2015

Así lograron Hernán Cortés y 400 españoles derrumbar el gigantesco imperio azteca - César Cervera

Así lograron Hernán Cortés y 400 españoles derrumbar el gigantesco imperio azteca
César Cervera


La gesta de los conquistadores hispánicos, donde las alianzas con tribus locales y la avanzada tecnología europea fueron claves, está considerada una de las luchas con mayor inferioridad numérica de la historia


Introducción 

En medio de un tumulto de profecías que advertían al Emperador Moctezuma II de la llegada de «hombres blancos y barbudos procedentes de Oriente» con la intención de conquistar el Imperio azteca, los malos augurios se materializaron con el desembarco de Hernán Cortés, 518 infantes, 16 jinetes y 13 arcabuceros en la costa mejicana en 1519. El conquistador extremeño –tras varios meses de batallas contra tribus menores en su camino hacia la capital azteca– tomó una decisión radical, destruir las naves, que delató sus intenciones: o ricos, o no volverían a Cuba.

Desde el principio de la expedición, un grupo de los españoles –los llamados velazqueños por su lealtad al gobernador de Cuba Diego de Velázquez– defendía regresar cuanto antes y no internarse más en una tierra que se consideraba dominada por el imperio más poderoso y grande de Norteamérica. «Propuso Cortés ir a México. Y para que le siguiesen todos, aunque no quisiesen, acordó quebrar los navíos, cosa recia y peligrosa y de gran pérdida», narra el cronista López de Gómara sobre la decisión de Cortés. El 8 de noviembre de 1519 iniciaron el viaje definitivo hacia Tenochtitlán los 400 españoles supervivientes, acompañados de 15 caballos y siete cañones, que pasarían a la historia como los principales responsables del derrumbe del estado mexica.


400 españoles contra cientos de miles

A simple vista, podría pensarse que Cortés se creía un moderno Leónidas –el Rey espartano que frenó por unos días al imperio persa en las Termopilas acompañado de solo 300 hombres– y que tenía planeado, como el historiador mexicano Carlos Pereira describió sobre el aspecto de la expedición, «inmolarse voluntariamente al espantoso Huichilobos (la principal deidad de los mexicas )». Pero las apariencias suelen engañar, el extremeño no estaba improvisando: conocía muy bien sus ventajas y había tomado nota de las debilidades de su gigantesco enemigo.

El Imperio azteca era la formación política más poderosa del continente que, según las estimaciones, estaba poblada por 15 millones de almas y controlado desde la ciudad-estado de Tenochtitlan, que floreció en el siglo XIV. Usando la superioridad militar de sus guerreros, los aztecas y sus aliados establecieron un sistema de dominio a través del pago de tributos sobre numerosos pueblos, especialmente en el centro de México, la región de Guerrero y la costa del golfo de México, así como algunas zonas de Oaxaca. Hernán Cortés no tardó en darse cuenta de que el odio de los pueblos dominados podía ser usado en beneficio español. En su camino hacia Tenochtitlán, los conquistadores lograron el apoyo de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, que de este modo se liberaban de la opresión azteca. Y tras imponerse militarmente a otro pueblo nativo, los tlaxcaltecas, los españoles lograron incorporar a sus tropas a miles de guerreros de esta etnia.

El plan de Cortés para vencer a un ejército que le superaba desproporcionadamente en número, por tanto, se cimentó en incorporar a sus huestes soldados locales. Así, junto a los 400 españoles formaban 1.300 guerreros y 1.000 porteadores indios, que se abrieron camino a la fuerza hasta la capital. Con las alianzas del extremeño, se puede decir que la conquista de México se convirtió, de algún modo, en una guerra de liberación de los pueblos mexicanos frente al dominio azteca.

Además del odio común contra el terror sembrado por los aztecas, el conquistador extremeño percibió otro síntoma de debilidad en el sistema imperial y lo explotó hasta sus últimas consecuencias. Moctezuma II –considerado un gran monarca debido a su reforma de la administración central y del sistema tributario– se dejó seducir, como las serpientes, por Hernán Cortés y fue claudicando ante sus palabras, en muchos casos con veladas amenazas, hasta terminar cautivo en su propio palacio. La figura del extremeño ha sido demonizada posteriormente por este doble juego político con el cándido emperador, pero cabe recordar, así lo hacen las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y de López de Gómara, la difícil situación en la que se encontraban los hispánicos. Estaban en una exagerada inferioridad numérica, lejos de cualquier base donde refugiarse y tratando con un pueblo que seguía practicando los sacrificios humanos.

A pesar del malestar creciente por las acciones de los conquistadores españoles, Moctezuma dirigió a petición de Cortés un discurso conciliador frente a su pueblo donde se reconoció como vasallo de Carlos I y pidió rendir obediencia a los extranjeros. No en vano, cuando los invasores planeaban su salida de la ciudad llegó la noticia de que el gobernador Diego Velázquez, desconociendo que Carlos I había dado su beneplácito personal a la empresa, confiscó en la isla de Cuba los bienes del extremeño y organizó un ejército que constaba de 19 embarcaciones, 1.400 hombres, 80 caballos, y veinte piezas de artillería con la misión de capturar a Cortés. El caudillo español se vio obligado a salir de la ciudad, junto a 80 hombres, para enfrentarse al grupo enviado por Velázquez.

Tras un ataque sorpresa, Cortés se impuso a sus compatriotas, que también le superaban en número por mucho, y pudo regresar meses después con algunos refuerzos a Tenochtitlán, donde encontró una ciudad sublevada contra los españoles, quienes ante los rumores de conspiración habían ordenado la muerte de algunos notables aztecas que le parecieron sospechosos. Durante unos días, los europeos intentaron utilizar a Moctezuma para calmar los ánimos, pero fue en vano. Díaz del Castillo relata que Moctezuma subió a uno de los muros del palacio para hablar con su gente y tranquilizarlos; sin embargo, la multitud enardecida comenzó a arrojar piedras, una de las cuales hirió al líder azteca de gravedad durante su discurso. El emperador falleció tres días después a causa de la herida e, invocando la amistad que había entablado con Cortés, le pidió que favoreciese a su hijo de nombre Chimalpopoca tras su muerte.

En la llamada Noche Triste, el 30 de junio de 1520, Cortés y sus hombres se vieron obligados a huir desordenadamente de la ciudad, acosados por los aztecas, que les provocaron centenares de bajas. No obstante, pocos días después se libró la batalla de Otumba, donde los españoles dieron cuenta de la superioridad militar de las técnicas europeas.


«Ellos no traen armas ni las conocen»

Si hay que señalar cuáles fueron las principales causas del éxito de la empresa de Cortés, a su capacidad de aprovechar las divisiones entre los pueblos de la región y de explotar el carácter dubitativo de Moctezuma hay que añadir la impresión que causaron las armas y las tácticas europeas sobre los aztecas. «Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro», escribió Cristóbal Colón sobre los nativos que encontró en su primer viaje. Tampoco los habitantes de la región mexicana conocían el hierro y, además, sus armas estaban adaptadas a una forma de hacer la guerra que se mostró contraproducente en la lucha contra los europeos. Como en sus guerras tribales, los aztecas buscaron inmovilizar o herir, sin matar, a los españoles con armas fabricadas con huesos o de madera tratada para posteriormente trasladarlos a sus ciudades, donde celebraban con los capturados sacrificios humanos en honor a los dioses o los esclavizaban.

La forma de hacer la guerra en Occidente –matar en vez de apresar– y sus avances tecnológicos –el hierro (en su máxima forma, el acero), la pólvora y el uso de caballos– suplieron la clara desventaja numérica de los españoles y sus aliados. En la batalla de Otumba, Hernán Cortés, 400 supervivientes de la huida de Tenochtitlán y 1.000 de aliados de Tlaxacala se impusieron a 100.000 soldados aztecas seleccionados de entre su élite militar. Los historiadores militares destacan dos claves de la victoria hispánica: la actuación de la caballería ligera dirigida por Cortés, empleando tácticas desconocidas por los mexicas, y que la muerte de un general se consideraba el fin del combate en Mesoamérica.

Según la narración del cronista Díaz del Castillo, tras invocar a Santiago los jinetes españoles se abrieron paso entre sus contrincantes y Cortés derribó a Matlatzincatzin, el líder militar azteca, y el capitán Salamanca lo mató con su lanza, apoderándose del tocado de plumas y el estandarte de guerra de los mexicas. El ejército mexica rompió filas al no tener un mando y comenzó la retirada. Tras la contienda, el extremeño preparó su regreso a Tenochtitlán y a finales de abril de 1521 comenzó el asedio final a la capital, donde fueron determinantes los cañones de pólvora para someter a una ciudad de más de 100.000 habitante.

Sobre el uso de la pólvora, antes de su primera visita a la capital azteca, Cortés ordenó una demostración del funcionamiento de los arcabuces frente a los emisarios de Moctezuma para que dieran fe del potencial de las armas europeas. Lo cual extendió el miedo entre la población, a quienes el simple estruendo de los arcabuces les causaba espanto. Aun así, como prueba de que su impacto fue más psicológico que tangible, los cañones y arcabuces de los soldados españoles de nada sirvieron en la Noche Triste –la mayor derrota de la Monarquía hispánica en sus primeros 50 años de conquista– ni fueron claves en la batalla de Otumba.

A raíz del asedio final de Tenochtitlán, el desgaste provocado entre los sitiados por las enfermedades llegadas del Viejo Mundo supuso el golpe de gracia para los restos de la estructura imperial. Ciertas enfermedades epidémicas desconocidas hasta entonces en el continente americano, la viruela, el sarampión, las fiebres tifoideas, el tifus y la gripe, diezmaron a la población y abrieron la puerta a la conquista de toda Mesoamérica.








3 comentarios:

  1. Cuando Cortés llega a lo que hoy es México, se encuentra con pueblos sometidos y oprimidos por los aztecas. Es conocido las guerras anuales que hacían los aztecas, una sociedad guerrera, sobre los pueblos que les circundaban para hacer guerras con las que conseguir prisioneros, sacrificarlos a los dioses y comerselos (los aztecas eran caníbales. Tenían un sistema que reservaba a personas determinadas las partes del hombre sacrificado; así las piernas estaban reservadas al "emperador". Se ha justificado esta costumbre por la falta de proteínas de origen animal en mesoamerica. Pero hay muchos más pueblos americanos que se comían a sus semejantes, entre ellos los caribes o canibales, de donde viene el nombre).

    Cortes, como cualquier noble europeo en Europa, establece una relación de vasallaje con los pueblos que encuentra. Esto es una relación de defensa -obediencia \colaboración: se concreta en que a cambio de reconocer a Carlos I de Castilla y V emperador de romanos como señor natural, defender a estos ahora súbditos de sus terribles enemigos que se los comen: los aztecas.

    Justamente eso es lo que hace Cortés.

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  2. Cuando llamamos "imperio" al "imperio azteca" estamos utilizando una palabra
    para designar realidades distintas.

    El imperio que de verdad conocían los europeos era el romano, en un momento en que el latín clásico era la lengua culta en toda Europa, la educación se basaba en el estudio de obras en latín y en pleno renacimiento, el arte era una "recuperación" de lo que entendían era el arte romano. Y la Iglesia católica era Romana y su lengua oficial era el latín.

    Esto no tiene nada que ver con los aztecas.

    Los aztecas era un grupo étnico-lingüístico originario de lo que es hoy sur de Estados Unidos que no sobresalía en nada salvo en que era una sociedad guerrera. Va bajando desde sus tierras hasta llegar al Valle de México sólo 100 años antes de la llegada de Cortés.

    Allí se hacen fuertes en una isla que tiene en la laguna hoy desecada una defensa natural y fuente de alimentación (técnica de chinampas).

    De allí conquistan a otros pueblos.

    Eso no tiene nada que ver con Roma, que crea ciudades, une su imperio con calzadas, defiende a sus pueblos conquistados, les da sus instituciones y derecho (verdadera aportación romana que se sigue estudiando en todas las facultades de derecho occidentales, incluidas las de Common Law y de derecho germánico)

    De hecho, en occidente, la técnica y las carreteras hasta el siglo XIX era las romanas; y en muchas partes de sigue utilizando el arado romano y la balanza romana.

    El sentido de imperio para los aztecas era señores de otros pueblos que les debían tributo.

    Esta idea la recogen los españoles cuando en el siglo XVII, en la puegna que hay entre las capitales de los dos Virreinatos (Lima y ciudad de México) las hacen ser herederas de "imperios" . Y así, en la decoración del Palacio Real de Madrid (siglo XVIII) Moctezuma y Atahualpa aparecen entre los Reyes de Castilla, León, Aragón y Navarra y los Condes de Barcelona. Esto es, los "cinco reinos (falta Portugal) en que por causa de la invasión islámica forman la antigua unidad perdida del reino visigodo (esto es, la legitimación del Estado y la monarquía)

    Luego, cuando Inglaterra fomenta los golpes de Estado a través de la masonería para romper la Corona y vender libremente sus productos industriales, los criollos retoman el mito (para hacer creer que los peninsulares son "extranjeros opresores" y los habitantes son "oprimidos aztecas"). (de ahí que hoy llamemos a México la "nación azteca" siendo como eran los aztecas un grupo de tantos y culturalmente poco importante)

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  3. Lo de que los aztecas no llevaban armas no las conocen es ridiculo.

    Lo que no tenían eran armas como las de los castellanos.

    Precisamente porque estaban todavía en la edad de piedra: no conocían el hierro.

    Utilizaban mazas con cabeza de piedra y flechas. Y eran mortales.
    Tenían escudos para protegerse de ellas y llevaban ligeras armaduras de algodon (muy útiles también en el trópico, al contrario querías armaduras de acero)

    La técnica principal de los europeos era la disciplina de combate y la tactica.

    Por eso cuando los zulues o los indios de la India por ejemplo, utilizan esas técnicas contra los ingleses, con sus armas modernas y sus caballos, les vencen. Aquí el número de los combatientes es importante.

    Mientras no utilicen la táctica y la disciplina, el número no es tan importante y los europeos ganan siempre.

    Los aztecas no eran angelitos: era una sociedad guerrera, dominada por dos sectas guerteras, que continuamente hacían guerras para conseguir carne fresca para comer y dominar a sus víctimas mediante el terror.

    Como en Occidente hoy la guerra es tabú se tiende a ocultar que la guerra es muy común en las sociedades primitivas.

    De hecho, una de las ventajas del Imperio español -exactamente igual a lo que pasó con el imperio romano- fue la terminación de esas guerras entre vecinos, dejar de perder esos recursos materiales y humanos y quevpermite invertirlos en algo más productivo (la civilización, esto es la urbanización y las ventajas del intercambio, la especialización y la suma de bienes y talentos).

    Es cierto que muchas guerras eran simbólicas (porque causan bajas en ambos lados). Dudo que lo fueran con los aztecas, precisamente por ser un pueblo guerrero y canibal en un país conquistado.

    Pero las guerras de los europeos no eran especialmente sangrientas: costaban dinero y los ejércitos estaban formados por profesionales que había que formar y pagar. No eran ejércitos de conscripcion en que el ciudadano está obligado a ir a la guerra gratis (carne de cañón), como pasó con los ejércitos nacionales que salen de la Revolución Francesa y cuya muestra son la I y la II Guerras Mundiales, con sus millones de muertos.

    De ahí que si el comandante viese que no podía ganar la batalla, se retirase para salvar sus tropas (que eran muy pequeñas, porque eran profesionales y había que pagarlas. Además tampoco el soldado tenía interés en morir por que sí)

    Además el carácter profesional y nobiliario de los ejército europeos hacia que hubiese un código de honor que funcionaba en ambos bandos. Esto limitaba también las muertes y las muertes crueles.

    Respecto a lo de matar, en general el objetivo de todos no era exactamente matar, porque eso cuesta tiempo y esfuerzo (principalmente porque la futura víctima no se deja). El objetivo era ganar la batalla lo antes posible (por ejemplo haciéndose con el pendón del enemigo o deteniendo o matando a su jefe)

    De ahí que en las técnicas de batalla se utilizase lo que funciona (ej, los romanos cuando utilizaban espadas cortas con punta y doble filo no era para matar, sino para poner fuera de juego al enemigo pinchando o cortando puntos específicos que no estaban protegidos con la armadura. Se entrenaban específicamente en ello)

    Por ultimo, el saqueo por las tropas estaba estrictamente codificado:

    Era el supremo castigo que se podía hacer a una poblacion. Estaba estrictamente limitado a tres dias.

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