jueves, 4 de febrero de 2010

Un aspecto de los sucesos de Mayo - Jorge H. Sarmiento García

Un aspecto de los sucesos de Mayo
Jorge H. Sarmiento García


1) La noticia:

1810 - El Cabildo Abierto de Buenos Aires que convoca el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros reúne a 251 vecinos. Juan José Castelli sostiene que América no depende de España, sino del monarca español y que, al haber perdido éste su autoridad, le corresponde al pueblo asumir la soberanía.

LOS ANDES del 22 de mayo.


2) El comentario:

Sobre estos sucesos ya hemos consignado lo que sigue.

El Brigadier Cornelio Saavedra le expresaba al virrey Cisneros: “Señor, son muy diversas las épocas del 1 de Enero del año 9 (cuando Saavedra había apoyado al virrey) y la de Mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquélla existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta toda ella, todas sus Provincias y Plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto sólo Cádiz y la isla de León ... Y ¿qué, señor?. ¿Cádiz y la isla de León son España?. ¿Este inmenso territorio, sus millones de habitantes, han de reconocer soberanía en los comerciantes de Cádiz y en los pescadores de la isla de León?. Los derechos de la Corona de Castilla, a que se incorporaron las Américas, ¿han recaído en Cádiz y la isla de León, que son parte de una de las provincias de Andalucía?. No, señor. No queremos seguir la suerte de España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestro derecho, y conservarnos por nosotros mismos”.

Salvador de Madariaga dijo que se argüía de un modo irrefutable cuando se decía que al declarar que el Papa Alejandro VI había concedido el Nuevo Mundo a los Reyes Católicos y a sus sucesores legítimos, pero no a los peninsulares, ni a la Península, ni a los de la isla de León, ni a los franceses. Los territorios pertenecían a los descubridores y pobladores, representados ahora por los patriotas.

Y dijo Saavedra: “A la ambición de Napoleón y a la de los ingleses, de querer ser señores de esta América, se debe atribuir la revolución de mayo de 1810”.

Circunscripta la opinión al momento inicial de Mayo, la tesis de Juan Manuel de Rosas, fundada en la de su primo y testigo Tomás Manuel de Anchorena, en modo alguno es arbitraria: “¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo!. No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la nación, habían caducado de hecho y de derecho. No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que los ligaban a los españoles, sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarlos con mayor éxito en su desgracia.

Tampoco está mal pensar que la ruptura de la continuidad no nació de la conspiración hecha por un partido independentista en perjuicio del rey de España. Si Carlos IV y Fernando VII no hubiesen sido los infelices protagonistas de Bayona y no hubiesen dejado jirones de su dignidad real en el camino de Aranjuez a la localidad testigo de la farsa, no habría estallado un movimiento cuyo sentido inicial no habría sido otro que la autonomía respecto de unas autoridades metropolitanas que se atribuían derechos de gobierno de origen dudoso.

Y afirma Enrique Díaz Araujo (de cuyo libro "Mayo Revisado", Bs. As., 2005, recomendamos la lectura), que para evitar la dominación de Napoleón o de los ingleses “se hizo la denominada (con posterioridad) Revolución de Mayo. Antes, en 1807, se lo había dicho Manuel Belgrano al general Craufurd: `nosotros queríamos al Amo viejo, o a ninguno`. Por eso, los miembros de la Primera Junta juraron religiosamente al Rey cautivo [Fernando VII], y salvo que se los tenga a todos por perjuros delincuentes, no estaban colocándose ninguna `máscara` .







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